PRIMERA
PARTE
Leer atentamente el texto que se adjunto en el
archivo. (Coronavirus y desmonte: Las nuevas pandemias del planeta devastado)
Palabras
Claves:
Extractivismo; monocultivo; avance de la frontera agropecuaria; deforestación.
1)
Buscar información sobre el corona virus. ¿Cuáles son sus síntomas? ¿Cómo es la
forma de contagio? ¿Cuál es la mayor población de riesgo?
2) Diferencie entre Epidemia, Endemia y
Pandemia. ¿En qué parte del texto ubicarías alguna de ellas?
3)
En un mapa e la república Argentina señale las zonas en donde la autora habla
sobre las distintas epidemias que padeció nuestro país.
4)
Investigue que es la Fiebre hemorrágica argentina.
-¿Qué
vector la transmite?
-¿Cuál
es la causa principal por la que apreció en nuestro país?
-
¿Qué relación se puede establecer con la aparición del coronavirus?
5)
En un mapa planisferio político marquen el país de origen del virus y su
propagación a nivel mundial. (Pintar de un color el país de origen del virus y
mediante flechas los países que fueron afectados)
SEGUNDA
PARTE.
Actividad
de reflexión
(Políticas de cuidado y convivencia social)
A
la luz de los sucesos que son de público conocimiento y teniendo en cuenta las
noticias por todos conocidas y el texto leído, charle con sus allegados,
debatan y responda el siguiente cuestionario.
a)
¿Qué opinión le merecen los casos de personas que han llegado del exterior y se
han negado a cursar la cuarentena impuesta por el gobierno?
b)
¿Cómo actuaría usted si se encontrase en dicha situación? ¿Por qué?
c)
¿Está en conocimiento de cuáles son los cuidados que debe tener para evitar
contagiarse la enfermedad? Descríbalos.
d)
¿Qué opina de las políticas establecidas hasta ahora por el gobierno? ¿Cuáles
agregaría o quitaría? justifique su respuesta.
e)
¿Qué actitudes piensa que debería tomar la gente para una coexistencia armónica
con el medio ambiente del que todos somos parte?
NOTA:
Tener siempre a mano un diccionario para despejar dudas sobre el significado de
palabras que desconozcan. (También pueden googlear) Tener en cuenta que a veces
una misma palabra puede tener distintos significados y acepciones, debiendo
buscar cual se encuadra en el tema del que se está hablando.
CORONAVIRUS Y DESMONTE
LAS NUEVAS PANDEMIAS DEL
PLANETA
DEVASTADO
POR MARINA AIZEN /
ILUSTRACIÓN JUAN MARTÍN AYERBE
Coronavi
Los científicos
“cazadores de virus” llevan más de diez años alertando sobre nuevas
enfermedades, consecuencia de la deforestación global. El asedio a los
ecosistemas naturales, como muestra el Coronavirus, cuesta vidas y desata una
recesión financiera internacional. Marina Aizen documenta los
brotes similares de distintas zonas, traza una raíz común y piensa en las latencias
de nuestra región.
La aparición de
esos raros virus nuevos, como el coronavirus COVID-19, no es otra cosa que el
producto de la aniquilación de ecosistemas, en su mayoría tropicales, arrasados
para plantar monocultivos a escala industrial. También son fruto de la
manipulación y tráfico de la vida silvestre, que en muchos casos está
en peligro de extinción.
Hace más o
menos una década, los científicos vienen estudiando la relación entre la
explosión de las enfermedades virales y la deforestación. Esto no se puede
apreciar mientras una topadora avanza contra
un monte cargado de vida,
sino que se revela recién cuando empiezan a aparecer síntomas extraños en las
personas, malestares que antes no se conocían.
Este fenómeno está
documentado en muchos países, que van desde el Sudeste asiático hasta América
latina, y cada uno tiene sus características, complejidades y dinámicas. Sin
embargo, en el fondo se trata siempre de lo mismo: de cómo nuestra visión
extractiva del mundo vivo está llevando a la humanidad a una encrucijada en la
que pone en jaque a su propia existencia. Es algo que no se arregla con alcohol
en gel.
Carlos Zambrana-Torrelio es
un científico boliviano, vicepresidente de EcoHealth
Alliance, una organización con sede en Nueva York que monitorea la relación
entre la vida silvestre y las enfermedades emergentes. Él anda siempre
recorriendo zonas calientes, uniendo los puntos de las crisis epidémicas y el
ambiente en el que se desarrollan. Y cuenta que todo el tiempo en todo el mundo
hay saltos zoonóticos (de virus que van de los animales a los humanos), pero no
siempre alcanzan la fama internacional, ya sea porque la enfermedad ha sido
contenida o porque no se han dado las condiciones para que se propague.
En junio del año pasado,
por ejemplo, se registró en Bolivia un foco de un nuevo patógeno, llamado
Chapare Virus. Se había identificado por primera vez en 2003 en Cochabamba, en
una zona desmontada para plantar arroz, que suele ser cosechado a mano, lo que
implica que la gente que trabaja en su recolección vive cerca de la zona de
cultivos. Cultivos que, a su vez, atraen a ratones portadores del virus que
causa una fiebre hemorrágica. Y que es transmisible de humano a humano.
Sorpresivamente, unos 16
años después, apareció en una salita de emergencias en las afueras de La Paz un
señor con síntomas que los médicos no conocían, por lo que no tomaron la
precaución para protegerse. Enseguida, el señor se murió, dos médicos que lo
atendieron, también. Tres muertos en dos semanas. Cómo viajó el virus del campo
en la región tropical a los Andes, es un misterio.
Zambrana-Torrelio trabaja
en África, particularmente en Liberia y
Sierra Leona, donde el brote del ébola sorprendió a todo el mundo por su
ferocidad. Allí la emergencia de la enfermedad tuvo como causa principal la
fragmentación del bosque tropical. Eso hizo que se juntaran muchas especies
distintas de murciélagos en los pocos árboles que quedaban en pie y empezaran a
convivir hacinados en ellos. Esta mezcla de especies, que no habían interactuado antes en el ambiente, fue el caldo
de cultivo de lo que pasó después.
Un día, un niño encontró un
murciélago en el suelo y se lo llevó a su mamá para que se lo cocinara. Se
presume que la mujer pudo haber tenido heridas en la mano. Y el contacto de los
fluidos del animal con la sangre humana fue suficiente como para que se
desencadenara una epidemia en una población altamente vulnerable. Entre 2014 y
2016 se registraron 28.600 casos de infección y 11.325 muertes por ébola, según
cifras del Center for Desease Control
(CDC) de los Estados Unidos.
“Pero todo empezó por la
deforestación”, señala Zambrana-Torrelio. “En Borneo, la fragmentación del
bosque está causando el incremento de la malaria. Y la razón es porque en
lugares abiertos, hay mayores huecos donde se acumula agua. Los mosquitos se
reproducen y aumentan los casos en la gente que está en ese lugar poniendo
palma para hacer aceite”, agrega el cazador de virus.
La aparición de
enfermedades zoonóticas no es un fenómeno nuevo, pero parecen ir en aumento. El
autor David Quammen explora las razones en su libro Spillover: Animal Infections And The Next Human Pandemic (Derrame: Las
infecciones animales y la próxima pandemia humana). Sostiene que una enorme
población humana, sumada a una enorme población de ganado, a la destrucción de
los hábitats naturales y los ecosistemas alterados, resulta en un combo que
podría convertirse fácilmente en una diatriba sobre la venganza de la
naturaleza contra la humanidad.
En un reportaje a la
National Public Radio de Estados Unidos, Quammen señaló que las personas somos
el vínculo común en todas las zoonosis: “Nosotros somos tan abundantes y tan
perturbadores en este planeta… Estamos talando los bosques tropicales. Nos
estamos comiendo la vida silvestre. Cuando entras en un bosque y sacudes los
árboles, literal y figuradamente, los virus se caen de ellos”.
El desmantelamiento de
sistemas boscosos ocurre a gran escala desde hace dos o tres décadas, empujado
por la globalización, el capitalismo y la gran industria alimentaria. Por
ejemplo, todos consumimos aceite de palma porque está presente en productos
que van desde los cosméticos a las papas fritas sin
grasas trans o el Nutella y el biodiesel.
Lo que no sabemos es que esos productos conllevan, además de la desaparición de
especies carismáticas como los orangutanes, virus que se contagian.
En la Argentina, la
transformación de ambientes ha traído consecuencias de enfermedad y muerte a lo
largo de la historia, y no sólo por el asedio a ecosistemas como el Gran Chaco,
Las Yungas y la Selva Paranaense, sino también de la llanura pampeana. Quien lo
cuenta es Fidel Baschetto, veterinario cordobés, docente de la Universidad
Nacional en esa provincia.
“Si hacemos historia de las
modificaciones ambientales en la Argentina, han ocurrido hechos que pasaron
desapercibidos pero se han estructurado en un formato de normalidad. Por
ejemplo, la conquista de la llanura pampeana y esta modificación y
domesticación a mansalva que se hizo de ella, provocó una enfermedad que fue y
es la fiebre hemorrágica argentina”, indica. También recuerda que la epidemia
de fiebre amarilla, que se cobró la vida de hasta un 15% de la ciudad de Buenos
Aires en el verano trágico de 1871, tuvo de base la interacción del hombre con
zonas prístinas de la selva misionera.
Los ecosistemas son
marañas complejas de relaciones evolutivas que sólo comprendemos de manera
fragmentada, a través de pacientes observaciones científicas. Su destrucción en
nombre de la expansión del progreso, o simplemente, de la codicia, tiene sus
costados oscuros, que luego se sufren en
la carne. Nuestra carne.
Así que cuando, por
ejemplo, Jair Bolsonaro se vanagloria de la soberanía de Brasil sobre las
cenizas de la Amazonía, sólo cabe a esperar que, en algún momento, la
enfermedad azote al territorio convertido de selva en zona agrícola-ganadera.
Una muestra de ésto es un estudio publicado en el Journal of Emerging Infectious
Diseases en 2010: la destrucción del 4 por ciento de la selva
resultó en un aumento del 50 por ciento de los casos del paludismo.
Las especies silvestres no
están enfermas de los virus que portan, ya que han evolucionado por miles de
años junto a ellos. “Cualquier animal puede tener entre 50 virus únicos que
están ahí. Es parte de la dinámica del sistema. Si no hubiera humanos, no
habría transmisión”, afirma Zambrana-Torrelio.
“Lo que son nuevos virus
para nosotros no lo son para la naturaleza. Entonces, la disyuntiva es si
hablamos de una enfermedad emergente o de una enfermedad emergente para el
hombre -explica Baschetto-. Hay muchos virus que han co-evolucionado con
ciertas especies y esas especies no padecen la enfermedad. El agente patógeno
va a entender que cuando ingresa en un nuevo individuo lo que tiene que hacer
es no enfermarlo o por lo menos no ocasionarle la muerte. Porque la muerte del
huésped o lo que nosotros llamamos paciente, lleva la muerte del agente
patógeno también. Ningún micro organismo desea producirle la muerte al huésped.
Pero hasta que eso evoluciona, lo que puede tardar miles de años, se produce la
enfermedad”, agrega el científico cordobés.
No es la culpa de los
murciélagos, mosquitos, ratones o pangolines sino de lo que hacemos con el
ecosistema en el que viven y cómo los juntamos y manipulamos a todos en un
nuevo ambiente artificial. Esta es la verdadera receta del coronavirus, algo
que probablemente cueste una recesión global. O sea que mutilar los ecosistemas
tiene un precio muy caro para pagar.
El salto del coronavirus a
los humanos se produjo en un mercado de la ciudad de Wuhan, en China, donde se
comercializan especies silvestres, producto del tráfico ilegal. El contrabando
de estos animales transita por las mismas rutas que el narcotráfico y la venta
ilegal de armas, y mueve miles de millones de dólares. Quienes consumen esta
carne es gente que migró del campo a la ciudad y que ahora, en vez de cazarla,
la compra en los mercados, buscando recrear en su memoria los sabores de su
infancia. En el caso del SARS (Síndrome Respiratorio Agudo Grave), cuyo salto
zoonótico también se produjo en uno de estos llamados wet markets,
las heces de los murciélagos fueron clave para que el virus comenzara su camino hacia una epidemia que afectó a 8 mil personas en
2003.
Sería un error pensar que
esto sólo pasa en China, donde el gobierno ahora impuso una restricción a la
venta de esos productos, empujando -seguramente- a su consumo en el mercado
negro. En los Estados Unidos, cuenta Zambrana-Torrelio, para la época de
Halloween brota la demanda por murciélagos disecados para la decoración. Hay
gente para todo.
En la Argentina, “muchas
personas consumen carne de fauna silvestre (peces, anfibios, reptiles, aves y
mamíferos) desconociendo si eso puede acarrear el contagio de parásitos u otras
enfermedades porque la sanidad en especies silvestre no está muy desarrollada”,
sostiene Claudio Bertonatti, asesor científico de la Fundación Félix de Azara.
Así que aquí también se puede abrir la puerta a nuevos brotes.